Oración del desesperado

Carlos había caído en depresión. A pesar de tener una familia amorosa, se sentía completamente solo. «La abrumadora presión de mantenerla seguía aumentando —dijo—, y quería quitarme la vida». Sorprendentemente, o tal vez no, Carlos Morris también dirigía un ministerio cristiano.

Deseos de alegría

En una entrada de su blog, Bronnie Ware relata los remordimientos que escuchó como enfermera de pacientes terminales. Entre ellos: «Ojalá no hubiera trabajado tanto» y «Ojalá hubiera seguido en contacto con mis amigos». Quizá lo más intrigante: «Ojalá me hubiera permitido ser más feliz».

Cuando la vida es injusta

En la novela clásica de Charles Dickens, Oliver Twist, el enfermizo Oliver nace en un hospicio famoso por explotar a los pobres. Huérfano desde su nacimiento, el niño finalmente huye debido al trato abusivo. Tras una asombrosa serie de «giros», descubre que es heredero de una considerable fortuna. Dickens, a quien le encantaban los finales felices, se aseguró de que todos los que habían dañado a Oliver fueran juzgados o se arrepintieran. Sus opresores obtuvieron lo que merecían mientras que él heredó la tierra. Si tan solo la vida tuviera finales buenos como los de una novela de Dickens.

Ver y servir

«En la vida, a veces vemos cosas que no podemos no ver», dijo Alexander McLean a un entrevistador. A los 18 años, había ido a Uganda a ayudar en cárceles y hospicios. Fue allí que vio algo que no pudo no ver: un hombre desamparado tirado junto a un retrete. McLean lo cuidó durante cinco días, pero el hombre murió.

Pánico en una cueva

Eran tres adolescentes desbordantes de adrenalina, desatados en el inmenso sistema subterráneo hacia la cueva Mammoth. Su tío Frank, experto en cuevas y familiarizado con esos lugares, iba con ellos. Como conocía los peligros, les decía continuamente: «¡Muchachos, por aquí!». Pero ellos se alejaban cada vez más.

Casos perdidos

La situación parecía perdida para Jem, la hija de Amy y Alan. Nacida con trisomía 18, se esperaba que muriera pocos días o semanas después. «No tiene sentido tratarla», dijo fríamente el médico. Pero la madre respondió: «Tengo sueños más grandes para ella». Llevaron a Jem a casa y la amaron. Y oraron.

De la espada mortal

La sobresaliente escultura de Sabin Howard, El viaje de un soldado, respira vitalidad y angustia: 38 imágenes de bronce se inclinan hacia adelante en un bajorrelieve que describe la vida de un soldado de la Primera Guerra Mundial. Comienza con una conmovedora despedida de la familia y pasa a los horrores de la batalla. Al final, la escultura vuelve a casa, donde la hija del veterano mira dentro de su casco dado vuelta… solo para prever la Segunda Guerra Mundial.

Una mamá mira atrás

«En realidad, no me gustaba el Día de la Madre —dijo Donna, mamá de tres niños—. Me recordaba todas las insuficiencias y fracasos que sentí y siento como madre».

La mejor evidencia

Lee Strobel no creía en Dios ni en la resurrección de Jesús, pero era un periodista con una mente analítica. Cuando su esposa creyó en Jesús, decidió estudiar su nueva fe. Después de dos años de investigación, puso su fe en Dios.

Gozo en Jesús

«Tengo derecho a ser feliz», dijo una adolescente ante una asamblea legislativa. Pero podría haber sido cualquier persona, en cualquier lugar, hablando por todos. Es nuestro clamor humano. Incluso un gurú de autoayuda dijo: «Dios quiere que seas feliz».